miércoles, 17 de septiembre de 2008

Colombia

Colombia entró lentamente en la civilización del automóvil. Pero pronto la prodigiosa máquina se convirtió en un imperativo para el progreso. En un país con escasas vías férreas, con una efectiva pero limitada red fluvial, dependiendo aún de lentas embarcaciones y de caballos, mulas y carretas para el enorme potencial de su movilización, no podía menos que encontrar en el automotor el elemento fundamental para su desarrollo. Sobre éste recayó, entonces, toda la exigencia que un país demanda del movimiento para la construcción de su futuro.

El automóvil surge en Colombia como necesidad pero también como lujo, y rápidamente se convierte en una presencia nueva, sorprendente en las lejanas regiones, impetuoso y admirable por la belleza de sus diseños, arrrogante, rápido y elegante en el seno de una sociedad que confió toda su energía a las fuerzas productivas del progreso.

Los automóviles se convirtieron, así, en los protagonistas de la tecnología, tanto para la industrialización acelerada del país como para el desarrollo social y económico en todas las áreas de la vida nacional, como para la intercomunicación, por medio de carreteras, de toda la geografía nacional.

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